Semejanzas y diferencias, analizadas desde una mirada tántrica

Mantener relaciones sexuales con una persona que no es nuestra pareja suele considerarse una infidelidad. Pero, ¿qué sucede cuándo ambos miembros están de acuerdo con esta

situación y acceden al intercambio de parejas? Analicemos estas alternativas de disfrute.

Martín y Ludmila, después de 14 años de relación, decidieron ir al boliche a buscar con quién jugar esa noche. La consigna era encontrar una pareja en la que a ambos les

gustaran los dos y disponerse a explorar nuevas experiencias. La encontraron. Martín estaba contento. Pero había algo que no terminaba de convencer a Ludmila.

Esta historia no es nueva. Desde los años 60, con lo que se denominaba “matrimonio abierto”, muchas parejas intentan eludir la impuesta (y consciente o inconscientemente

aceptada) exclusividad sexual de nuestra cultura, buscando alternativas de encuentro erótico con otras personas o parejas. En el siglo XXI, esta práctica se denomina “relación

swinger” (o intercambio de parejas), término proveniente del inglés que significa balanceo. Hay quienes se preguntan si esta conducta puede equipararse a la infidelidad y en el caso

de que no, cuáles serían las diferencias y semejanzas. Exploremos un poco el tema.

Diferencias

* Mutuo consentimiento a diferencia de ocultamiento. Una de las diferencias más importantes entre estos dos conceptos es que en las relaciones swinger, ambos miembros de la

pareja están de acuerdo con el intercambio, mientras que en la infidelidad, la base suele ser una mentira o al menos el ocultamiento de cierta parte de la verdad. Esta distinción es

importante en el contrato de la pareja, porque uno de los pilares fundamentales en los que una relación se suele sostener es la confianza y si se acuerda entre los dos, hay menos

(presuntos) riesgos de conflicto. Esto no siempre es así, pero lo analizaremos más adelante.

* Presencia posible de la pareja durante el encuentro con el (los) otro(s). En una relación swinger, una de las posibilidades es la presencia del compañero “original” en la relación

sexual (que puede darse de a dos, tres o de a cuatro). En una relación de infidelidad, el encuentro suele ser de a dos: el miembro de la pareja con el otro o la otra, fuera de ella.

* Intercambio de parejas versus uno que hace la suya. Hay muchas opciones de encuentros swinger, y una de ellas, que no ocurre en una relación de infidelidad, en la que uno

hace su historia por su cuenta, es que abiertamente se produce el intercambio de parejas. En presencia o en ausencia mutua.

Semejanzas

También hay algunas semejanzas entre ambas prácticas.

* Búsqueda de emoción y experiencias nuevas. En los dos casos, la motivación suele ser encontrar alternativas de disfrute, para salir de la potencial rutina y el desgaste típicos de

una larga convivencia.

* No exclusividad sexual. Una de las situaciones que muchas veces produce cansancio, cuando se deja de experimentar el sexo en la pareja como un espacio constante de

descubrimiento es el aburrimiento. En ambas prácticas, entonces, la exclusividad sexual deja de ser la norma, con la intención de buscar nuevas alternativas de disfrute.

Desafíos a superar

Aunque la historia no es nueva, desde siempre sigue planteando retos en las relaciones de pareja. Como en cualquier área de la vida, el sexo, para ser divertido y nutritivo, requiere

presencia (estar presente) y aproximarse a cada encuentro como si fuera la primera (o la última) vez. Con el mismo asombro, con la misma apertura a ver qué trae hoy, aquí y ahora,

esta situación.

El problema es que en nuestra cultura (sobre todo la latina) aprendemos el miedo, el aburrimiento, el desgaste, los celos, la posesividad, porque nos cuesta un poco agradecer cada i

nstante de la vida con toda su ofrenda. Esta realidad es potencialmente generadora de algunos desafíos en cuanto a la experiencia swinger. Si bien abre opciones, también puede ser

detonante de serias dificultades en la pareja. Estos son los principales desafíos a superar:

*¿Estamos preparados realmente para aceptarlo sin celar? Como en general aprendemos que la pareja debe ser exclusiva en cuanto a la sexualidad, pueden aparecer celos

frente a la perspectiva de que nuestro compañero tenga un encuentro erótico (con toda su intimidad) con otra persona. Lo que es necesario preguntarse y conversar con pleno detalle

es si ver a nuestro compañero en actitud amorosa con otra persona nos resultará aceptable y armónico.

* Riesgo de involucramiento emocional. El encuentro sexual no necesariamente incluye la apertura emocional y/o el enamoramiento. Pero existe la posibilidad de que uno de los

miembros de la pareja encuentre con la otra persona un espacio de intimidad que puede expandirse hasta llevar a convertirse en una relación amorosa de cualidad (o de intención)

más permanente.

* ¿Qué pasa cuando uno se queda afuera? También se presentan casos en los que dos de las personas (no de las parejas originales, sino de los cruces) se encuentran más

cercanamente y quieren tener relaciones más seguido y/o en soledad y las otras (una, o ambas) se quedan afuera. Esto puede generar una sensación de exclusión, que suele ser

bastante dolorosa e incómoda y puede llevar a serias dificultades y/o hasta la ruptura de la pareja original.

* No siempre ambos lo desean con la misma intensidad y uno de los dos puede sentirse incómodo. Como ocurría con la pareja del ejemplo del principio, puede suceder que

uno de los dos desee con entusiasmo llevar a la práctica el intercambio de parejas, pero el otro no tanto. En algunos casos, la pareja accede por amor, para ser aceptado/a o

demostrarle su intención de cuidado. Pero si ambos no están igualmente convencidos, es preferible conversar bien previamente todas las opciones para evitar inconvenientes.

* Encontrarse con una pareja en la que los cuatro se gusten. Esto también es un desafío interesante. Si las cuatro personas se abren a un encuentro a ver qué descubren,

independientemente de gustarse previamente o no, es más sencillo. Algo más complejo es que necesiten gustarse mutuamente todos. Pero puede ocurrir, ¿no? Y también puede que

no importe, y que sea posible exponerse sin prejuicios a las pieles, las texturas, los movimientos y los aromas de alguien vivo y nuevo: otro ser humano que disfruta.

Una práctica muy antigua

En la cultura occidental, sobre todo en Estados Unidos y Europa, no tanto en los países latinoamericanos, esta conducta era bastante habitual en los medios bohemios y artísticos.

Formaba parte de la tendencia a la exploración de personas con ideas vanguardistas. Recién en la década del 60, empezó a expandirse en otros ámbitos, a difundirse en las clases

medias y profesionales.

En amplios sectores de sociedades más tradicionales, en América Latina, por ejemplo, se acepta socialmente con menos facilidad, sobre por el rol asignado a las mujeres y la

diferenciación que se establece entre las “buenas” y las “malas” (la “madre” y la “pecadora”).

En otros ámbitos, en círculos muy herméticos, como por ejemplo en milenarias culturas tántricas de la India y otros países, donde se practica de manera secreta sobre todo por ser

contraria a las costumbres sociales imperantes, es habitual una práctica de sexo grupal con fines espirituales. En estos casos, la ceremonia que se denomina Chakra Puja, un maestro

con su compañera guían el proceso de intercambio que se realiza entre 8 parejas. El objetivo fundamental es conectar con la esencia de lo masculino y lo femenino, de lo sagrado de

cada persona trascendiendo las personalidades y la cotidianeidad. Se busca atravesar apegos, celos y posesividades a través de la conexión espiritual mediante el sexo, la

sensibilidad y el cuerpo como camino.

Es necesario, sin embargo, estar atentos a los verdaderos fines de estas prácticas. Si bien cada persona tiene sus propios conceptos, también es cierto que en ocasiones el sexo se

usa como instrumento de poder. La clave para que sea beneficioso es estar plenamente consientes de las motivaciones propias y de las otras personas que participan en el encuentro.

Y respetar profundamente lo que para cada uno es importante.

Una potencial experiencia de enriquecimiento y placer.

También existe la opción de que la pareja tenga la suficiente madurez emocional como para abrirse a nuevos encuentros y descubrir algo rico y vivificante. Para ello hace falta que

ambas personas se sientan seguras de sí mismas y del amor de su compañero/a, independientemente de otros encuentros, y se abran a una vivencia de disfrute y satisfacción, aquí y

ahora.

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