Escrito por: María Sánchez-Monge

Las mamografías se han convertido en una herramienta indispensable para la detección precoz del cáncer de mama. Realizarlas al conjunto de la población femenina -siguiendo

unos criterios de edad y periodicidad- reduce la mortalidad.

La detección temprana puede reducir entre el 25% y el 31% la mortalidad por cáncer de mama, cuyo día mundial se conmemora el 19 de octubre, y la herramienta fundamental

para lograrlo es el cribado poblacional mediante la realización de mamografías. Este tipo de tumor afecta cada año en España a unas 34.000 personas. La gran mayoría de las

pacientes son mujeres y solo uno de cada 100 casos diagnosticados se desarrolla en varones.

No hay motivos para el triunfalismo, pero los avances en la reducción de la mortalidad son innegables. Tal y como recuerda Fátima Santolaya Sardinero, miembro del Grupo de

Trabajo de Oncología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), “el cáncer de mama es el tumor maligno más frecuente en la mujer, con una incidencia

que continúa en aumento”. Sin embargo, “en las últimas décadas, los programas de detección precoz y los avances terapéuticos en el manejo de la enfermedad han logrado mejorar el

pronóstico y un descenso anual en la mortalidad del 1,8% anual, elevando la supervivencia a los 5 años del diagnóstico a un 80,3%”, afirma la médica de familia. De hecho, se

considera uno de los tipos de tumor maligno con mayores tasas de curación.

En España existen programas de cribado del cáncer de mama en todas las comunidades autónomas. Hay algunas diferencias en cuanto a la población a la que se dirigen, pero todos

tienen el mismo objetivo: reducir la mortalidad gracias a la detección precoz. Pero, ¿qué es un cribado? Según la definición de la Organización Mundial de la salud (OMS): “el

screening o cribado consiste en identificar en la población general a personas afectadas por una enfermedad o anomalía que hasta entonces pasaba desapercibida mediante test

diagnósticos, exámenes u otras técnicas de aplicación rápida”. Cuando esta medida preventiva se aplica a la totalidad de individuos residentes en una población de manera

sistemática se considera un cribado poblacional y se realiza de forma organizada e integrada en el sistema de salud. “El objetivo de estos programas es, al detectar a tiempo la

enfermedad, poder recurrir a tratamientos menos agresivos, así como aumentar las posibilidades de curación y supervivencia”, añade Santolaya.

La mamografía en el cribado de cáncer de mama

En la actualidad no existe ninguna duda de que la mamografía es la prueba de cribado más efectiva. Javier de Santiago, presidente de la sección de Ginecología Oncológica y

Patología Mamaria de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia y jefe de servicio del MD Anderson Cancer Center de Madrid, aclara que hay que diferenciar dos tipos de

cribado del cáncer de mama:

El poblacional, a través del cual los responsables sanitarios de las comunidades autónomas convocan a las mujeres para que acudan a un lugar determinado a hacerse una

mamografía.

El oportunista, que consiste en aprovechar la consulta ginecológica para valorar el riesgo de cáncer de mama de una mujer concreta y, en caso de que se estime necesario, pedirle

una mamografía.

En el primer supuesto, de Santiago precisa que la recomendación de la SEGO es que se efectúen mamografías de cribado cada dos años a todas las mujeres con edades

comprendidas entre los 50 y 69 años. Esta es, precisamente, la estrategia que siguen la mayoría de las comunidades autónomas, aunque algunas, como Castilla-La Mancha, Castilla

y León, Comunidad Valenciana, La Rioja y Navarra, extienden el cribado desde los 45 hasta los 69 años.

La portavoz de la SEMG explica las razones que han llevado a las autoridades sanitarias a establecer esos criterios de edad y frecuencia: “La evidencia científica actualmente

disponible demuestra que las mamografías reducen la mortalidad por cáncer de mama en al menos un 20% y, en consecuencia, siguen siendo el pilar de la detección precoz del

cáncer de mama. Sin embargo, la magnitud del beneficio no es la misma en todos los grupos de edad”. Así, se ha comprobado que el grupo de mujeres de riesgo bajo-moderado de

50 a 69 años es el que obtiene el mayor beneficio neto de las mamografías realizadas cada 2 años. Santolaya indica que también se podría incluir en la realización de pruebas

sistemáticas a las mujeres “con edades comprendidas entre los 45-49 y los 70-74 años, aunque existen impedimentos para poder establecer una conclusión respecto al beneficio neto

en estos casos”. Por otro lado, subraya que la detección “no se recomienda rutinariamente para mujeres menores de 45 años o mayores de 74 años”. El beneficio más allá de los 75

años no se ha estudiado y tampoco existen datos favorables de cara a la realización de la prueba con una frecuencia mayor a los dos años. En todo caso, esta opción siempre se

puede considerar en las mujeres con más riesgo.

Mamografías fuera de los programas de cribado poblacional

Aparte del cribado poblacional, hay otros supuestos en los que está indicada la realización de mamografías. Concretamente, existe el consenso de que se debe adelantar la edad de

inicio en la realización de mamografías en las mujeres con criterios de alto riesgo personal, es decir, con riesgo de cáncer familiar o hereditario. “En esos casos se realiza una

valoración de riesgo individual y se siguen a través de protocolos específicos, según la alteración genética encontrada”, apunta Santolaya.

En un 15-20% de los tumores de mama se encuentra una agregación familiar (varios casos en una misma familia) y el 5-10% son hereditarios. En las mujeres portadoras de

mutaciones en genes de alto riesgo para el cáncer de mama (BRCA1, BRCA2, PALB2, PTEN, CDH1, STK11, TP53), se recomienda la realización de mamografías y resonancias

magnéticas de la mama anuales y alternas a partir de los 30 años, o bien a partir de 5-10 años antes que el caso más joven de la familia. En cambio, en las que son portadoras de

mutaciones que confieren un riesgo intermedio, la recomendación es realizar las mamografías a partir de los 40 años.

La aparición de bultos o nódulos en las mamas es otro motivo por el que el médico de familia o el ginecólogo puede considerar la necesidad de realizar una mamografía. Según de

Santiago, “ante cualquier cosa sospechosa: bulto, mancha en la piel, enrojecimiento, dolor… hay que consultar”. No obstante, matiza que “la mayor parte de las veces no es nada

relevante” y en muchas ocasiones ni siquiera es necesario hacer pruebas mamográficas o de otro tipo.

Otras herramientas para la detección precoz del cáncer de mama

Existen otros métodos que contribuyen a la detección precoz del cáncer de mama. La resonancia magnética es más sensible, pero menos específica, y parece ser particularmente

eficaz como complemento de las mamografías en mujeres con alto riesgo de cáncer de mama (mutaciones de BRCA u otros genes de susceptibilidad, radioterapia torácica previa…).

La ecografía también es una prueba de cribado, aunque presenta algunas limitaciones, ya que no ha demostrado su eficacia como primera técnica diagnóstica en el cribado debido a

su baja tasa de detección de microcalcificaciones, que son depósitos diminutos de calcio en el tejido mamario que a menudo se observan en una mamografía. En la mayoría de las

ocasiones no son un signo de cáncer, pero pueden serlo.

En todo caso, lo que está claro es que la ecografía resulta fundamental como prueba complementaria; por ejemplo, en caso de mamas densas, en las que los resultados de la

mamografía pueden no ser del todo concluyentes.

“En un futuro, la medicina de precisión podrá adaptar los cribados a las necesidades de cada persona, mediante estudios con modelos informáticos y matemáticos, que valoran aspectos como la interacción de genes, metabolitos, proteínas y otros componentes biológicos de cada paciente”,