A sus 44 años y tras un doloroso divorcio, Christine Brooks decidió dedicarse al cuidado de sí misma y dejar de preocuparse por los demás

¿Cuánto es el tiempo máximo que has pasado sin acostarte con nadie? Ya sea porque de repente te has separado de tu pareja y te enfrentas a noches de soledad o bien porque nunca has tenido mucha suerte en esto del amor, pasar mucho tiempo sin sexo conduce a cambios físicos y psíquicos que los médicos asocian con aumentos de los niveles de estrés o problemas en el corazón.

Esto es con lo que tuvo que lidiar Christine Brooks, quien ha escrito un artículo en ‘The Huffington Post’ en el que narra cómo cambió su vida después de cinco años sin hacer el amor. “No fue algo planeado”, arranca. “Es algo que sucedió cuando comencé a centrarme en mí misma y dejé de buscar otra persona. Ocurrió de forma gradual y solo pensaba en hacerlo de vez en cuando al ver a las parejas abrazadas en medio de un día de tormenta o cuando el plan de una cena romántica se me hacía demasiado bonito en las noches del viernes”.

Dejé de pensar en mi aspecto y en la dieta. Dejé de centrarme en buscar mi otra mitad y puse todos mis esfuerzos en mí

A pesar de todo, para ella el sexo nunca fue algo imprescindible. Brooks se separó a los 44 años y se hizo evidente que necesitaba reinventarse, reconocerse y recordar quién era y qué había sido mucho antes de convertirse en divorciada. “Había estado tan pendiente del cuidado de un niño pequeño y de mi madre moribunda durante tanto tiempo que perdí el contacto con mis propias necesidades y mi identidad. Me había quedado tan absorta en mi último intento de ser feliz que me perdí completamente. El autocuidado había sido reemplazado por la falta de autoestima, y sabía que necesitaba tiempo para recuperarme”.

“El celibato vino de forma natural”, asegura. “Pude volver a reconectar con las cosas que tenía desatendidas desde hacía años. Compré un lápiz de colores y un cuaderno de dibujo, y planté flores en mi jardín vacío que llevaba tanto tiempo descuidado. Poco a poco, comencé a escribir. Dejé de afeitarme las piernas y de contar calorías. En general, dejé de pensar en mi aspecto, dieta y estilo de vida. Investigué y escribí durante meses. Los años pasaron y descubrí que estaba evolucionando a otro tipo de persona más feliz”.

En 5 años, solo una persona me invitó a salir. Era como si el universo entero estuviera conspirando para que aprendiera a estar sola

Apenas pensaba en encontrar pareja. Se autoconvencía a sí misma de que estaba feliz en su soledad, “aunque nunca lo dije en serio”. En el fondo, añoraba los cuidados de otra persona. “Después de mi ruptura seguí saliendo a cenar, solo que ya no tenía en frente una sonrisa de complicidad y amor. Dejé de centrarme en buscar a mi otra mitad y me concentré en recuperarme”.

“Era fácil decir que no a las citas, ya que casi nunca tenía que hacerlo”, recalca. “En cinco años, tan solo una persona me invitó a salir. Era como si el universo entero estuviera conspirando para que aprendiera a estar sola. Después del primer año, me di cuenta de que no había tenido relaciones sexuales, pero no hice ningún esfuerzo en romper con la racha”.

“Cuando mi prima anunció que conocía a un chico al que le podía gustar, le dije que no tenía tiempo para salir”, relata Brooks. “Esas palabras se convirtieron en mi mantra, hasta que, finalmente, después de unos años, mis conocidos perdieron la esperanza de que fuera a conocer a alguien. Fue entonces cuando me di cuenta que había pactado conmigo misma un contrato de celibato”.

No tan especial

Todo cambió mientras bebía café en una pequeña cafetería en Dublín. “Tan pronto como pedí mi segunda taza de café, le envié un mensaje a un viejo amigo: ‘Oye, estaré en casa en unos pocos días… ¿Quieres ponerme al día?’. Era la hora de terminar mi celibato. Había llegado la hora de acabar con mi sequía, aunque solo fuera por ponerle punto final. Estaba nerviosa ante la perspectiva de volver a acostarme con un hombre”. El momento que tanto había esperado llegó. “Sucedió en mi pequeña habitación de infancia en la que dormí mientras estaba en la escuela primaria. Tuvimos sexo mecánico sin pasión. No estaba yendo mal, pero tampoco era divertido, y ciertamente no funcionó”.

“Después de una hora más o menos sin besos, ni abrazos ni emociones ambos nos vestimos, nos pusimos al día y se fue solo unos minutos antes de que mi padre entrara por la puerta de atrás”, relata Brooks. “Quería sentirme bien, traviesa, quería sentir que estaba haciendo algo que todo el mundo hacía. Pero, en cambio, no sentía nada. En mi vida pasada habría considerado esto como un logro, me habría jactado de lo guapo que era y cómo sacudió todo mi mundo ese mismo domingo por la tarde. Ahora, mi relación con el sexo era muy diferente. A los 49 ya no necesitaba un hombre que me satisfaciera, o si lo hacía, debía tener sentimientos hacia él. El solo hecho de hacerlo se sintió más como un trabajo que como un ejercicio pasional”. ¿Y tú? ¿Serías capaz de aguantar cinco años sin acostarte con nadie como Brooks?

Deja una Respuesta